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Coronavirus: un problema, una solución


Qué distinta era la vida hace tan solo unos meses. Han pasado demasiadas cosas y ahora el calendario marca que estamos en julio, aunque muchos, emocionalmente, queremos sentirnos en febrero. Queremos continuar con nuestras vidas tal como transcurrían en febrero.


Llevaba un tiempo entre nosotros, pero fue en marzo cuando la COVID-19 irrumpió de lleno en nuestras vidas. Y nos encerró a todos. Para algunos, el impacto fue físico, pero para el conjunto de la humanidad, ha sido emocional. Es la primera vez en la historia de nuestra especie que llega un golpe de forma global, afectándonos a todos de una forma u otra.

«Tal y como hacen los virus informáticos, esta pandemia nos ha forzado a hacer algunos cambios en nuestro “software».

El virus nos ha forzado a comportarnos de un modo diferente: tal y como hacen los virus informáticos, nos ha forzado a hacer algunos cambios en nuestro «software». Hemos empezado a valorar cosas que antes nos pasaban inadvertidas. Las profesiones que antes apenas teníamos en cuenta, vimos lo esenciales que son. El virus nos detuvo y tuvimos tiempo para preguntarnos qué es realmente lo esencial en la vida y qué es lo que realmente necesitamos para continuar nuestra existencia como sociedad.


La naturaleza, llena de virus, bacterias y microorganismos invisibles al ojo humano, nos trajo este obstáculo a la humanidad. Nos encerró como si quisiera mostrarnos lo que ocurre en ella cuando queda libre de la acción del hombre: aguas limpias, aire respirable, animales que corretean por los lugares más insospechados. Y de nuevo, el cantar de los pájaros en las ciudades. La naturaleza nos puso en cuarentena. Pero ella no se ha limitado a enviarnos un problema: nos envía también una solución. La solución.

La naturaleza no se limita a enviarnos el problema: ella también nos envía la solución.

Todos los componentes de la naturaleza –el nivel inerte, vegetal y animal– viven siguiendo un instinto natural que les hace preocuparse no exclusivamente por ellos mismos, sino por su comunidad y por el bienestar del sistema en general. Entienden que su bienestar individual depende del bienestar del colectivo. Algo así ha venido a mostrarnos este virus: para superarlo de nada nos valdrán los enfrentamientos, más bien tendremos que pensar unos en otros y cultivar un espíritu solidario.


Por mucho que nos empeñemos, la vida tal como era antes del coronavirus parece que no volverá. Todo apunta a que un significativo número de industrias y ocupaciones no lograrán reabrir. Aprovechemos este singular momento en nuestra historia como humanidad para entender que todos dependemos de todos y, por lo tanto, debemos preocuparnos por garantizar las necesidades básicas de cada persona. Pero, a su vez, todos y cada uno deberíamos aportar al beneficio del conjunto de la sociedad.

«...Un significativo número de industrias y ocupaciones no lograrán reabrir. Aprovechemos este singular momento en nuestra historia como humanidad para entender que todos dependemos de todos...».

La solución no se reduce exclusivamente a hallar una vacuna. La cura, además de la vacuna, es todo lo que pueda aportar a mejorar la situación: reducir la crispación social, garantizar las necesidades básicas, cultivar la solidaridad, el apoyo mutuo y pensar en el bienestar general. Solo con este tratamiento integral podremos curarnos de este virus. Y cuando disfrutemos de salud física y salud como sociedad humana, seguramente, ya no querremos volver a la vida tal y como era antes.


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