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El arte de las abejas


Las abejas están desapareciendo a un ritmo alarmante. Su población se está reduciendo en todo el mundo y nadie sabe con certeza por qué sucede ni cómo detenerlo. Puede que no nos estemos dando cuenta o, quizás, no le estemos dando la suficiente importancia.


Pero, ¿qué tienen de especial las abejas?


Que gracias a su trabajo de polinización, son las responsables de la producción de más de un tercio de los alimentos del mundo. Sin ellas, no existirían muchas de las plantas que alimentan a los humanos y al ganado. En otras palabras, la desaparición de las abejas provocaría una crisis alimentaria sin precedentes.

Puede que no sepamos por qué están desapareciendo, pero podemos observar que, en todos los niveles de la naturaleza, estamos rompiendo los hilos que conectan el ecosistema de nuestro planeta, agotando los recursos naturales, talando bosques del tamaño de países enteros, contaminando el aire y el agua, y destruyendo el hábitat de prácticamente todos los seres vivos.


¿Acaso no es de esperar que se rompa uno de los eslabones más vitales en los ciclos de vida de la Tierra?

Parece que no hay forma de que acabemos con nuestra ambición. Cuando encontremos los estantes de las tiendas vacíos, cuando tengamos dinero pero no haya comida para comprar; quizás entonces despertemos, pero ya será demasiado tarde para muchos de nosotros.

Si queremos restituir la población de abejas y garantizar nuestra supervivencia, tenemos que reconocer que el origen del daño que le estamos causando a la naturaleza son nuestras relaciones sociales egoístas.

Debemos establecer una red de conexiones positivas, para aprender a trabajar con nuestro entorno. La corrección debe comenzar en casa, con las personas más cercanas a nosotros y de ahí, pasar al resto de la sociedad. Si aprendemos a integrarnos positivamente en nuestra sociedad, también sabremos integrarnos positivamente con el conjunto de la naturaleza.


En otras palabras, el problema está en nuestras conexiones. Nuestras tendencias egoístas rompen los lazos entre nosotros y la naturaleza. Y como no sentimos a la naturaleza, no tenemos ningún reparo en explotarla y exigirle que nos sirva.


Las emisiones de CO2 no son el mayor contaminante, ni mucho menos: los causantes de la contaminación son nuestros actos individualistas y nuestro afán explotador. Si nos limpiamos de nuestra actitud egoísta y explotadora, la naturaleza se limpiará del resto de los contaminantes que generamos.


Este rasgo narcisista, que solo los humanos tenemos, es lo que debemos corregir. En el momento en que lo hagamos todo será más sencillo. Las abejas se sienten y se apoyan unas a otras. También nosotros tendríamos que aprender el arte de sentirnos y apoyarnos unos a otros.

Para ellas es instintivo, pero en nuestro caso tendremos que hacerlo por voluntad propia.

De hecho, las dificultades provocadas por nuestra actitud egoísta tienen como propósito que nos acerquemos a colaborar entre nosotros, tal como sucede entre los distintos integrantes de la naturaleza.

Vivimos en un mundo convulso y fragmentado. Y ahora es el momento de comenzar a corregir nuestras relaciones para reparar la sociedad, revivir la naturaleza y sanar el planeta, incluida nuestra población de abejas que tanto necesitamos.


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