¿Es el mundo el que va a peor o somos nosotros?
Las noticias y la actualidad nos dibujan un mundo a punto de colapsar, como si estuviéramos viviendo la peor época de la historia. Y por eso nos parece que nuestros abuelos tenían razón cuando decían «Todo tiempo pasado fue mejor».
Nos hablan de un clima extremo, de incendios que arrasaron Europa y Estados Unidos, de una inflación está alcanzando máximos históricos y de una más que probable recesión. La persistente invasión rusa en Ucrania sigue causando conmoción e inestabilidad en el mundo, presenciamos el colapso de Sri Lanka como nación e incluso un país tan tranquilo como Japón, vio el asesinato de su ex primer ministro a plena luz del día. Y la lista sigue.
Pero, ¿tanto ha cambiado el mundo?
Lo cierto es que, por increíble que parezca, el mundo no ha cambiado tanto. El principal cambio es la cantidad de información que recibimos y el efecto que provoca sobre nosotros.
Antiguamente debíamos desplazarnos para saber qué ocurría en la ciudad vecina y teníamos que viajar durante meses si queríamos conocer un país lejano. Pero ahora, en nuestros días, simplemente compramos un billete de tren de alta velocidad o nos montamos en un avión y aterrizamos en un continente lejano para conocer otras culturas. Ahora, sin levantarnos de la silla y con solo pulsar una tecla podemos estar en cualquier lugar del mundo. En menos de un segundo se despliega ante nuestros ojos toda una realidad diferente con una serie de matices, colores y sonidos –hasta ahora desconocidos para nosotros– que nos aturden con su creciente influencia.
Reaccionamos en tiempo real a todo ese flujo de información que nos llega sin parar y que consumimos como adictos. Estamos en un mundo en el que todo son noticias que apenas nos da tiempo a asimilar y que no nos dejan espacio para una interacción social sana. Como consecuencia, la gente se siente cada vez más saturada y enferma, tanto física como mentalmente.
Los vínculos que establecemos entre nosotros son cada vez más distantes y superficiales. Carecen de empatía, de cercanía, y no parecen tomar en cuenta que todos formamos parte de un mismo sistema.
Las crisis que vemos en el mundo no son más que el reflejo de nuestras relaciones desnaturalizadas, distantes y rotas
Y de ahí las crisis que presenciamos en nuestro mundo. Ellas no son más que el reflejo de nuestras relaciones desnaturalizadas, distantes y rotas. Nuestros lazos, también a nivel físico, son cada vez más escasos y esporádicos. Por eso necesitamos conectarnos de una forma más interna y emocional que favorezca nuestra unión en vez de la separación.
Tal vez sería bueno apagar un poco las noticias, abrir un libro o quedar para tomar un café. En definitiva, podríamos conversar y sentirnos más. En lugar de ir de un lado para otro con los ojos fijados en las pantallas y absorbiendo todo tipo de información, podríamos levantar la vista, observar más nuestro entorno, entender que el mundo que nos rodea es un sistema integral y darnos cuenta que todo empieza a cobrar sentido.
Necesitamos conectarnos de una forma más interna y emocional que favorezca nuestra unión en vez de la separación
Porque la realidad, ya sea pasada o presente, tiene un propósito: entender que todos formamos parte de un único sistema y, por lo tanto, solamente cuidando unos de otros podremos superar las crisis y dificultades. Cuando lo logremos, nuestra percepción del mundo será muy diferente. Sentiremos que el mundo puede ser un lugar hermoso lleno de equilibrio y paz..
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