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¿Es posible un futuro feliz y seguro?


Para la mayoría de nosotros, la felicidad es la sensación de ser amados, aceptados y sentirnos seguros en nuestro entorno social. Esto nos trae sensaciones positivas y una visión optimista del futuro, solo así tenemos fuerza para seguir hacia adelante en la vida. De otro modo, si perdemos esa sensación, nos aislamos y podemos caer en estados depresivos. 

Por eso es vital que tengamos la sensación de un futuro seguro, rodeados de afecto y amistad.


Hoy en día, para tener esa sensación de seguridad contratamos pólizas, fondos de inversión, de jubilación, etc. Pero al final, muy pocos se sienten realmente tranquilos y seguros. En el pasado, generalmente la fuente de afecto y seguridad era la unidad familiar, donde todos se cuidaban entre sí. Sin embargo, la dispersión de las familias por la necesidad de buscar trabajo y mejores condiciones de vida nos ha llevado a que ahora los lazos familiares estén más debilitados y nos sintamos solos y aislados.

La humanidad se convirtió en una red global donde todos influimos sobre todos y dependemos unos de otros.

Hemos pasado de vivir en pequeños núcleos familiares a estar en un mundo totalmente interconectado.  La humanidad se convirtió en una red global donde todos influimos sobre todos y dependemos unos de otros. Es como si estuviéramos en un gran barco a la deriva y que nuestra supervivencia dependiera de todos, pero aun así, sigue sin importarnos lo que les suceda a otros. Sencillamente no toleramos a los demás, y en tal estado nos sentimos inseguros y con falta de afecto.


No obstante, también podemos ver esto como un trampolín para saltar al siguiente nivel de nuestro desarrollo como seres humanos. Para ello tendremos que cambiar el enfoque de la realidad que nos rodea, pasar de lo negativo a lo positivo, y sentirlo como una oportunidad para reconstruir como humanidad los lazos que solíamos tener como familia.


Si creamos un sistema de relaciones en el que todos nos ayudemos y queramos apoyarnos unos a otros, generaremos sentimientos de afecto y seguridad en nuestro entorno social. Y eso es mucho más gratificante que ser amado por unos cuantos miembros de la propia familia: es una percepción totalmente diferente de la sociedad, un sentimiento de cercanía con todos. Es felicidad a un nuevo nivel mucho más profundo e intenso.

Así, la sociedad se convierte en un organismo cuyos miembros son sus células y órganos, donde cada uno tiene su función única, pero todos trabajan con el mismo objetivo: el bienestar del conjunto.

En una sociedad en la que todos se sienten cercanos, todos aportan sus habilidades en pro del bien común y disfrutan de las contribuciones de los demás. Así, la sociedad se convierte en un organismo cuyos miembros son sus células y órganos, donde cada uno tiene su función única, pero todos trabajan con el mismo objetivo: el bienestar del conjunto.


Lo cierto es que, aunque todo parece indicarnos que dependemos unos de otros, seguimos resistiéndonos a aceptarlo. Si nos empeñamos en seguir separándonos, estaremos cada vez más asustados y solos en un mundo que será cada vez más hostil. Si aceptamos el proceso que acabamos de describir –ser como células trabajando en armonía por el bienestar del organismo– nos sentiremos plenamente seguros y amados por todos.

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