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Superar el egoísmo es la clave para construir relaciones duraderas


Las estadísticas dicen que nunca hubo tantos divorcios como en la actualidad, y esto es debido al egoísmo humano, que no es otra cosa más que el deseo natural de disfrutar a expensas de los demás. Este egoísmo se ha disparado exageradamente en nuestros tiempos, lo cual nos ha llevado a ser cada vez más intolerantes unos con otros.


Seguramente todos presenciamos cómo muchas parejas se casan y al principio están muy felices juntos. Pero en cuanto sienten que ya no obtienen lo que quieren el uno del otro, deciden dejarlo y seguir cada uno por su lado. Y esa idea de que el amor que sentimos al principio va a durar para siempre y que vamos a hacer todo lo posible por mantenerlo, es una ilusión. En realidad, nos enfrentamos a un enemigo mucho más fuerte: el egoísmo propio.


En el momento en que seamos conscientes de ese ego –ese enemigo que llevamos dentro–, entenderemos que hacer promesas no sirve de mucho. Entonces, ¿qué hacer? Para poder empezar a cambiar algo, deberíamos darnos cuenta de que necesitamos una educación distinta a la que hemos tenido hasta ahora: una educación que nos enseñe a controlar ese ego que siempre nos acompaña y a organizar nuestra vida teniendo en cuenta a los demás. Y para eso necesitamos una preparación seria.


Lo primero de todo sería hacer un esfuerzo por conocernos a fondo, partiendo de la base de que dos egoístas con una tendencia natural a mirar solo por sí mismos, se han juntado en pareja. Por muy crudo que suene, ese es el primer paso. Una vez entendido esto, deberíamos pensar en cómo comportarnos para que esos deseos egoístas de llenado personal coincidan en lugar de estar enfrentados. Es decir, cómo podemos llegar a un punto común, a un lugar intermedio de consenso, en lugar de quedarnos en nuestra posición individual y chocar mutuamente. 

Es decir, cómo podemos llegar a un punto común, a un lugar intermedio de consenso, en lugar de quedarnos en nuestra posición individual y chocar mutuamente. 

Y así ir avanzando poco a poco, recorriendo ese camino juntos con pasos firmes. Es algo así como dar un paso adelante y si algo no sale bien, damos juntos medio paso hacia atrás. Y volvemos a repetir esta fórmula para seguir.


A medida que avanzamos, tal vez empecemos a sentir que algo no va bien con la otra persona. Pero eso podemos utilizarlo para sentir cómo estamos, en nuestra vida, en nuestra relación, y llegar a darnos cuenta de que podemos seguir juntos, pero que necesitamos encontrar una mejor manera de conectar entre nosotros para entendernos de una forma más positiva.


Y esos momentos de crisis son una ocasión de mostrar al otro nuestra incapacidad de establecer una conexión más cercana. Es entonces cuando damos un paso hacia un lado y esperamos el momento adecuado para tratar esos estados con más calma. Y cuando llegue el momento, podremos acercarnos con más amor y entendernos mejor. Es decir, a través de estos pasos, podemos llegar a apreciar más a nuestra pareja al ver sus esfuerzos por ser un buen cónyuge: alguien que se esfuerza por entendernos y con quien vamos construyendo un camino juntos precisamente a través de ese ir y venir, avanzando dos pasos juntos y retrocediendo uno. 


Y aquí viene lo más importante de todo: este proceso necesita mucha concesión, perdón y que ambas partes acepten, desde el principio, que tendrán que ceder ante el otro en muchas ocasiones. Esa  es la clave en cualquier relación. Y cuando llegan los hijos, los hombres tienen que ceder aún más, porque las mujeres asumen muchas más responsabilidades.

Y aquí viene lo más importante de todo: este proceso necesita mucha concesión, perdón y que ambas partes acepten, desde el principio, que tendrán que ceder ante el otro en muchas ocasiones.

La base de una buena relación está en la concesión mutua, la generosidad y la conexión. Recordemos que, cuando damos un paso hacia atrás, no estamos retrocediendo, sino más bien cediendo para fortalecer y hacer crecer la relación. 

Recordemos que, cuando damos un paso hacia atrás, no estamos retrocediendo, sino más bien cediendo para fortalecer y hacer crecer la relación. 

Se dice que marido y mujer están conectados por algo más grande que ellos mismos. Esto significa que, cada vez que se esfuerzan por fortalecer su conexión, alcanzan un propósito conjunto que va más allá de cada uno en particular. Y ese «nosotros» que construyen juntos es el camino correcto para que la relación crezca y que con el tiempo se llene de un amor sólido y significativo.

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